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Hace unas horas, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) daba a conocer la esperada lista de participantes del próximo Festival de Eurovisión. Una lista que se ha hecho de rogar, y gracias a la presión de algunas delegaciones como la islandesa, después incluso de tener elegida una canción para la edición de 2024 y de haberse vendido las entradas para los shows de Eurovisión. Quedaba por despejarse una incógnita: ¿participará Israel en el Festival de Eurovisión? La jefa de delegación francesa, Alexandra Redde-Amiel, adelantaba hace un mes en una radio francesa que iban a ser 41 países los que finalmente pisarían el escenario de Malmö para alzarse con el micrófono de Israel. Ante ello, surgían más preguntas: ¿Había incorporado la UER a nuevos países como Macedonia del Norte o Montenegro? ¿Habría algún debut más aparte de Luxemburgo? ¿Se producirá la vuelta de Turquía?

Nada más lejos de la realidad, porque la UER ha confirmado que serán solo 37 países los participantes en Malmö, un número que dista de Lisboa 2018, cuando se llegó a los 43 países, y de nuevo se produce un mínimo de participantes desde 2006. Entre esos países, se encuentra Israel. Entiendo que la UER necesite un país que pague sus cuotas de participación a tiempo, y que no se produzca como con la gran mayoría de países de la UER, que acumulan deudas millonarias con la UER y que, si de ellos dependiera, el Festival habría echado la persiana hace más de una década. Seamos claros, Eurovisión se mantiene hoy gracias a las contribuciones del Big 5 y de un número muy reducido de países. Por ello, ni Macedonia del Norte ni mucho menos Rumanía son atractivos para la UER. A este último, por cierto, le expulsaron en 2016 a pesar de que ya había elegido una candidatura para Estocolmo.

Sin embargo, ante los acontecimientos que se está viviendo, y teniendo más que presente la invasión rusa a Ucrania, es completamente un acto de hipocresía que la UER haya permitido la participación de Israel en Eurovisión 2024. Independientemente de que una persona sea más pro-palestina o pro-israelí, no cabe en ninguna cabeza que Israel esté participando en un programa que es mucho más que un concurso musical. Eurovisión nació para unir a un continente tras la segunda guerra mundial (el dichoso «United by music»), y en principio, Eurovisión tiene unos valores que deberían estar por encima de la economía de un país. Y, lamentablemente, los actos de Israel en Palestina no se ubican dentro de esos valores que la UER presume. Entiendo que a Israel se le diera la oportunidad de organizar Eurovisión 2019 tras la victoria de Netta, un derecho que tienen todos los países cuando ganan el Festival de Eurovisión, pero la situación no es la misma.

Es cierto que se tendría que haber debatido más a fondo la participación de Israel en 1973, cuando hicieron su primera aparición en el Festival de Eurovisión. De hecho, mi teoría es que Israel participa en Eurovisión después de que una milicia palestina irrumpiera en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 y asesinara a varios atletas israelíes, causando una conmoción en el resto del mundo. Una vez más, Eurovisión y política van de la mano, porque por mucho que la UER pretenda, decir qué países pueden o no pueden participar es un acto político; y al permitir la participación de Israel a pesar de las atrocidades que está cometiendo tanto en Gaza como en Cisjordania, es posicionarte políticamente. Y permítanme comunicarles, señores de Ginebra, que no del lado correcto.

Muchos ven a Israel como una democracia, mientras que consideran a Palestina como un país controlado por una organización terrorista como Hamás. Una democracia es mucho más que convocar unas elecciones periódicamente, es proteger la ciudadanía no solo dentro de tus límites territoriales, sino también asegurarte de que se cumplan los derechos humanos en aquellos lugares donde puedes ejercer una influencia. E Israel ejerce influencia en Oriente Medio. Recordemos que el 50% de la población palestina son niños indefensos, que ven como sus casas se destruyen y sus familias son asesinadas. Dejar participar a Israel es legitimar esas acciones. No se confundan, señores de Ginebra, ustedes no quieren unir a los países a través de la música, como han puesto en su eslogan, ustedes quieren unirnos a través del dinero. Nos quieren vender al mejor postor, independientemente de las acciones que ese postor ejerza sobre el resto.

Este acto de hipocresía se refuerza aún más cuando hace apenas una semana en Eurovisión Junior, les hicieron vestir a todos los niños con una camiseta blanca reclamando «paz». Y lo que entienden ustedes por paz no solo se debe aplicar a Ucrania, sino también a Palestina. No me cabe en la cabeza que estén alertando al gobierno georgiano de que se pone en peligro la libertad de expresión por una ley que efectivamente puede perjudicar a la libertad de prensa, pero que se callen sabiendo que Israel va a emplear propaganda militar en los programas que va a elegir a su representante para Eurovisión 2024. A ustedes, señores de Ginebra, les importará un comino lo que Israel haga en el Festival de Eurovisión, pero a los fans de este concurso no nos da igual.

Hay alternativas a la participación de Israel, y no estoy proponiendo que Arabia Saudí participe en Eurovisión, como sí propuso Israel cuando albergó el Festival. No hace falta irnos hasta el golfo pérsico para encontrar países que quieren participar. ¿Por qué no prueban con Macedonia del Norte, que sí ha destinado una partida presupuestaria para su participación en Eurovisión? ¿Por qué no dejan que Bosnia y Herzegovina vuelva? Vale, es por el dinero. ¿Pero por qué no invitan a países ricos como Liechtenstein, país que ya intentó participar en alguna ocasión.? ¿O con Mónaco, que ha refundado hasta su televisión y también quiere participar? ¿O incluso Turquía? Silencio desde Ginebra. Es hora de tener un Festival de Eurovisión con valores, donde no importe el dinero de los países contribuyentes, sino asegurarte de que esos países no ejerza una violencia sistemática contra otros, extensible también a otros países aparte de Israel. Llegó la hora de cambiar las cosas.

Por Gonzalo Ramírez Montalbán

Periodista y estudiante del Máster de Unión Europea y el Mediterráneo. Amante del Festival de Eurovisión y seguidor de la historia contemporánea.

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