Una vez entrados en julio, se cumplen casi dos meses desde la celebración del Festival de Eurovisión 2024. Una edición que empezó reclamando de forma casi unánime la retirada de Israel del Festival de Eurovisión y que terminó pidiendo la dimisión de Martin Österdahl, supervisor ejecutivo de la UER, organizadora del Festival. Desde la celebración en Malmö de la Gran Final, poco más hemos sabido del paradero de «MÖ», tras la falta de declaraciones al conocerse los datos de audiencia de Eurovisión 2024 y su ausencia de la primera reunión en Madrid con el Grupo de Referencia de Eurovisión Junior de la UER para la celebración de Eurovisión Junior 2024.
A punto de cumplirse dos meses, las reacciones por parte de las delegaciones que sostienen el Festival de Eurovisión se han ido sucediendo. Por parte de la delegación noruega, su jefe de delegación, Stig Karlsen, declaró al portal Wiwibloggs en los días siguientes a la Final que la UER debería asumir la responsabilidad de reconocer «el problema central» después de la pérdida de reputación que ha sufrido el certamen. Asimismo, la delegación neerlandesa se encuentra ahora sin jefe de delegación, puesto que su hasta ahora jefe de delegación, Twan van de Nieuwenhuijzen, ha presentado su renuncia para dedicarse a otro puesto dentro de la televisión neerlandesa, según anunció en un post en Instagram.
Esto puede tener serias consecuencias para el Festival de Eurovisión 2025. Una retirada de países tan importantes como Noruega o Países Bajos elevaría considerablemente las cuotas de participación de las delegaciones participantes, que a su vez podría acelerar la retirada de países como San Marino, el cual tampoco salió contento tras la no clasificación de Megara a la Gran Final, ante la imposibilidad de pagar las cuotas correspondientes. Es cierto que las delegaciones acumulan deudas millonarias con la UER, hecho que motivó la expulsión de Macedonia del Norte en 2023 y Rumanía en 2016 por no cumplir los compromisos de pago con la UER.
Frente a este problema de aumento de las cuotas de las delegaciones, puede haber una solución: los patrocinadores. Sin embargo, la presencia de patrocinadores en el Festival de Eurovisión tiene una cara oculta, como se ha visto en el Festival de Eurovisión 2024. Los patrocinadores no solo pueden salvar la estabilidad financiera del Festival de Eurovisión, sino que también pueden ejercer como herramienta de presión ante la UER. Una de las cosas por las que se le puede eximir a la Administración Österdahl es precisamente el acuerdo al que llegó la UER con Morocannoil, empresa israelí que podría haber jugado sus cartas para mantener la participación de Israel en el certamen.
No se puede obviar que Eurovisión es un negocio más. Como cualquier empresa, ya sea pública o privada, se pretende buscar un beneficio. Y en este caso, la UER no solo buscaría el beneficio, sino que las propias televisiones nacionales también quieren ser beneficiarias de la inversión anual en Eurovisión. Aquí entra en juego el voto online que se implantó en la edición pasada.