Martin Osterdahl, supervisor ejecutivo del Festival de Eurovisión desde 2021 hasta 2025

El supervisor ejecutivo del Festival de Eurovisión, Martin Österdahl, anunció ayer que dejará su cargo en la UER tras cinco años desempeñando sus funciones. En 2020, el productor sueco fue elegido por el director de medios de la UER, Jean Philip De Tender, junto con el entonces presidente del Grupo de Referencia de Eurovisión y del Consejo Directivo del Festival de Eurovisión, el alemán Frank Dietter Freiling (ZDF).

El productor sueco aterrizó en el certamen en medio de una crisis sanitaria, por la expansión del COVID-19, y una de las primeras decisiones bajo su liderazgo fue la cancelación del Festival de Eurovisión en 2020. Desde entonces, Österdahl se ha enfrentado a otros desafíos complejos en los siguientes años, como las polémicas candidaturas bielorrusas en 2021, y que terminó con la suspensión de BTRC de la UER en mayo de ese mismo año y, sobre todo, con la invasión rusa a Ucrania en 2022, con la que expulsan a Rusia del Festival de Eurovisión, así como suspenden la membresía de las cadenas rusas que forman parte de la UER unos días más tarde.

Aunque el primer lustro de la administración Jon Ola Sand (2011-2019) también fue bastante complicado, en este caso, como consecuencia de las políticas de austeridad aplicadas por la crisis económica y financiera de 2008, el productor noruego siempre consiguió desde 2015 que el número de países participantes en el Festival de Eurovisión nunca bajara de la «barrera psicológica» de los 40 países.

Esta «barrera» es un número que Martin Österdahl tan solo ha conseguido en una edición. Paradójicamente, se consiguió en el año 2022, cuando participaron exactamente 40 países. Desde la edición celebrada en Liverpool en 2023, el sueco no ha conseguido elevar esa cifra de los 37 participantes en tres ediciones consecutivas, lo que supone definitivamente la peor etapa del Festival de Eurovisión desde que se instauraron las semifinales en 2004 en cuanto al número de participantes.

Asimismo, el Festival de Eurovisión bajo la administración Österdahl ha sufrido un evidente desequilibrio entre la Europa del Este y del Oeste, que ya venía gestándose bajo la era de Jon Ola Sand. Tan solo hay que visualizar el mapa europeo para darse cuenta de que, en verdad, muy pocos países del Este de Europa compiten ya en el certamen. Tan solo los países bálticos, los países del Cáucaso, Ucrania y la mitad de los países exyugoslavos y del Visegrado muestran interés por seguir participando.

En estas retiradas, se combinan tanto motivos económicos, en el caso de Bosnia-Herzegovina o Macedonia del Norte, o motivos puramente ideológicos, como Hungría, que tachó el Festival de Eurovisión de ser un certamen «demasiado homosexual» o Turquía, cuyo regreso se vio truncado con el beso lésbico de Krista Siegfrids por Finlandia en 2013 y, sobre todo, con la victoria de Conchita Wurst por Austria en 2014.

Estas retiradas han tenido un impacto significativo en las audiencias que consumen el Festival de Eurovisión anualmente. Bajo la administración Österdahl, el Festival de Eurovisión ha sufrido una seria crisis de popularidad, influenciada principalmente por la expulsión del mercado ruso del Festival de Eurovisión como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania.

El mejor dato de audiencias durante esta etapa, exceptuando la edición de 2021, es en la edición de Basilea en 2025 con 166 millones de personas, lejos de la etapa de Jon Ola. Incluso dentro de esta etapa, hay un ejemplo similar, en 2017, cuando Rusia no pudo participar en el certamen por querer enviar a una artista que tenía prohibida la entrada en Ucrania, y aún así 182 millones de personas siguieron la edición de Kiev.

Sin embargo, el mayor fracaso de la era Österdahl, y que ha lastrado la imagen del Festival de Eurovisión a una situación sin precedentes, ha sido con la pésima comunicación para tratar la participación israelí en Eurovisión. Desde la organización, se emitieron diferentes comunicados en el que se trataba de persuadir que el Festival de Eurovisión no era un concurso político y que la emisora israelí, KAN, se había mostrado crítica con el propio gobierno israelí. De ahí que, desde finales de 2023, la UER prefiera hablar de «emisoras participantes» en vez de «países participantes».

Durante las dos últimas ediciones, la participación israelí ha derivado en manifestaciones en Malmö y Basilea contra el propio Festival de Eurovisión por permitir dicha participación. De hecho, la propia organización ya advertía en el famoso ‘FAQ: Israel at the Eurovision Song Contest 2024‘ que la UER colaboraría con la policía local «y otras fuerzas del orden» para ofrecer un evento seguro.

No obstante, esta seguridad derivó en una excesiva militarización del certamen con fuerzas armadas tanto en las calles de Malmö como entro del recinto, una situación que no se vivió en Madrid al celebrarse Eurovisión Junior, en el cual no participaba Israel. Hasta un periodista preguntó en la rueda de prensa posterior a la segunda semifinal a la representante israelí en Malmö, Eden Golan, si no creía que ponía en riesgo al resto de participantes por su presencia. Dicho periodista no fue acreditado en la siguiente edición.

En Basilea, se volvieron a repetir estas imágenes violentos con la presencia de la policía dentro del estadio, incluso en medio de la propia actuación de Israel. En este año, se hizo viral la imagen de un manifestante pro-palestino que, en medio de la actuación de Israel, estaba siendo inmovilizado por la policía suiza mientras gritaba consignas a favor de Palestina.

Por la participación de Israel en el Festival de Eurovisión, en la Gran Final de Eurovisión 2024 se prohibieron que los asistentes ondearan banderas de «países no participantes» por el temor a que se emitieran en televisión las correspondientes banderas palestinas. Incluso se prohibió la entrada con banderas de la Unión Europea y que motivó una carta del entonces vicepresidente de la Comisión Europea Margaritis Schinas a la Junta Directiva de la UER para exigir explicaciones.

En relación con este incidente, se produce otro de los escándalos durante la administración Österdahl, la expulsión del representante de Países Bajos, Joost Klein, a escasas horas de la Gran Final de Eurovisión 2024. Desde la organización, justificaron esa expulsión por una presunta amenaza a una integrante del equipo de producción. Sin embargo, unos meses más tarde, la Fiscalía sueca cerró el caso por faltas de pruebas y nunca se demostró nada del presunto altercado. Este incidente incluso propició la salida del entonces jefe de delegación de los Países Bajos, Twan van de Nieuwenhuijzen, del Festival de Eurovisión a finales de junio de 2024.

No obstane, esta dimisión no es algo inesperado para los seguidores más acérrimos del Festival de Eurovisión. Hace unas semanas, al acabar el Festival de Eurovisión 2025, salió una noticia por la cual Martin Österdahl se enfrentaba a unos problemas legales con un piso en Suecia, al que tenía previsto volver en la primavera de 2026, según el medio sueco ‘Hem & Hyra‘.

En definitiva, la administración Österdahl se ha caracterizado por un descenso notable de los participantes en el Festival de Eurovisión marcando la cifra de 37 países participantes durante tres ediciones consecutivas, por un menor consumo del certamen con audiencias que no alcanzan los números cosechados en anteriores ediciones durante la etapa de Jon Ola Sand y, sobre todo, por una falta de una comunicación eficaz con respecto a la participación de Israel en el Festival de Eurovisión desde la edición de 2024 que ha manchado la reputación del certamen cerca de su 70º aniversario.

Los retos del nuevo supervisor ejecutivo:

Por el momento, el nuevo director de Eurovisión, Martin Green, ejercerá las funciones de supervisor ejecutivo de manera interina en sustitución de Martin Österdahl. Por ello, se prevé que se elija a otra persona para desempeñar las funciones de supervisor ejecutivo después del verano. No hay candidatos a priori seleccionados por la UER, pero el nuevo supervisor ejecutivo afrontará una serie de retos cruciales que su predecesor sueco no ha logrado.

Los retos más importantes a los que se enfrentará el nuevo supervisor ejecutivo, ligados unos a los otros, son el planteamiento de reforma del sistema de votación y la contratación de un nuevo patrocinador durante las próximas ediciones. En estos retos, converge la incógnita israelí en el Festival de Eurovisión, dado que en la edición de 2025 varias emisoras públicas mostraron su disconformidad con el sistema de televoto por los resultados cosechados por Israel (y Ucrania) en las últimas ediciones.

Las emisoras públicas de España, Eslovenia, Bélgica, Islandia, Noruega, Irlanda, Países Bajos, Finlandia y San Marino han reclamado a la UER una auditoría de los resultados del televoto. Algunos como Eslovenia y San Marino amenazan con plantearse su participación si se elude el debate de la participación israelí o no se reforma el sistema del voto telefónico. A todo ello, tendrá que enfrentarse claramente el nuevo supervisor ejecutivo del Festival de Eurovisión.

Posiblemente, uno de los grandes aciertos de la era Österdahl se dio paradójicamente con la resolución inteligente y con astucia de la polémica de los jurados nacionales de 2022. Al año siguiente, los jurados dejaron de tenerse en cuenta para las semifinales. En 2022, la UER detectó un patrón de voto irregular entre seis de los 18 países que componían la segunda semifinal de Eurovisión 2022. Estos países (Azerbaiyán, Polonia, Rumanía, San Marino, Georgia y Montenegro) habrían acordado intercambiar sus puntos en las semifinales, pero la UER se dio cuenta de la intención y neutralizó dicho acuerdo con una solución más real que la que aportó Jon Ola Sand en Tel Aviv con el jurado bielorruso.

El otro gran asunto que tendrá que afrontarse será a quién se otorgará el patrocinio del Festival de Eurovisión. Desde 2020, la empresa de cosméticos israelí ‘MoroccanOil’ era la empresa patrocinadora oficial de Festival de Eurovisión. En verdad, este patrocinio es una herencia de los últimos coletazos de la etapa Jon Ola Sand, puesto que negoció este acuerdo en el último certamen que supervisó, en Tel Aviv en 2019.

El contrato de ‘MoroccanOil’ ha vencido definitivamente con la celebración del Festival de Eurovisión 2025. Ahora, la nueva cúpula encargada del Festival de Eurovisión en la UER deberá determinar si prorrogar el patrocinio con la polémica empresa israelí o si, por el contrario, se le otorga dicho patrocinio a otra empresa. De hecho, en varios medios de comunicación, se ha planteado la posibilidad de que el patrocinador del certamen funcionara como un lobby para permitir una candidatura israelí en Eurovisión.

No será una tarea sencilla la que tendrá el nuevo supervisor ejecutivo del Festival de Eurovisión en los próximos meses. Tendrá que conciliar muchas posturas e intereses. Martin Österdahl ha fracasado en su labor como supervisor ejecutivo, y se ha ido por la puerta de atrás y abucheado por los fans del certamen. Lejos queda la canción que le dedicó la propia televisión sueca a su pupilo en Malmö. En definitiva, el éxito del nuevo supervisor ejecutivo será el éxito de nuestro Festival de Eurovisión.

Por Gonzalo Ramírez Montalbán

Periodista y estudiante del Máster de Unión Europea y el Mediterráneo. Amante del Festival de Eurovisión y seguidor de la historia contemporánea.

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